miércoles, 19 de noviembre de 2014

La carta perdida.



"Me gustaría decirte que Andrew se defendió a muerte y que las hermanas lo dejaron en paz , me gustaría decirte.. pero la cárcel no es un cuento de hadas." Película Cadena Perpetua. 




Aunque sencillo, el mágico retal que os voy a narrar enmascara grandes principios, enormes vivencias, grandes revelaciones sobre mi "Yo" más abisal y profundo. Esto último no es para nada negativo, entenderse a uno mismo es quizás una de las cosas más hermosas que te pueda brindar cualquier ser Sempiterno. Pero eso son otros menesteres. Como os dije al principio vengo a contaros una historia, una historia sencilla, una historia que a mi me hizo pensar y reflexionar durante muchas noches de lluvia sobre la verdadera esencia del día a día, sobre la verdadera esencia del "Vivir".
En aquella feliz época vivíamos en un apacible y antiguo templo de rasgos orientales. Rodeados de enormes praderas, de alegres árboles que nos arropaban cuando las tormentas decidían visitarnos, rodeados de pequeños seres mágicos y solitarios que no se mostraban casi a ningún mortal. Puede que se obvie, con todos estos detalles, nuestra natural riquieza espitirual. Mas la pobreza material era, también, muy abundante en aquella armoniosa vivienda. Costaba mucho trabajo a los mayores sacar adelante a la numerosa familia. La esperanza de esta residía en una sola persona. Nadie recordamos cuando ni de donde vino, mas el caso es que "El", haciendo el papel de padre cuando nuestros abuelos no podían seguir adelante, nos ayudaba a pasar la hambruna y a ver las cosas de una forma mas positiva, sin llantos, sin preocupaciones.. A día de hoy no podría afirmar de quien se trata en realidad, pues si algo es innegable, es que su personalidad, y sus brillantes dotes, siempre han estado ocultas tras un halo de misterio. Por aquel entonces no demostrábamos apenas relación, ambos sabíamos que nos teníamos, sabíamos que estábamos ahí, pero el trato era prácticamente escaso. Aunque a decir verdad, con el paso del tiempo y con el aumento de mi madurez, el lazo fue incrementándose considerablemente. Pero como no, la tormenta rompe todas las calmas. Un día, sin avisar, todos fuimos sorprendidos por la tardanza de nuestro familiar en la cena.
Los días pasaron lentos. Los mayores, ocultándonos la realidad, no paraban apenas por casa. Por otro lado los árboles comenzaron a deshojarse, los extraños seres que de vez en cuando nos visitaban también desaparecieron.Mas pudimos dar los jóvenes, un mediodía bañado por la luz primaveral, el alcanze a la verdad; El familiar, en contra de su voluntad, se vió en la desgarradora obligación de partir a algún ominoso lugar. Según me contó la druidesa de dos caras se trataba de Alk´Dhar, infierno donde los valientes pagan los errores, y donde nuestro familiar saldaría su deuda por las acciones acaecidas por valor y entereza, por sacarnos a todos, incluido el mismo, del abismo material en el que nos veíamos, desgraciadamente, inmersos.
Pasaron dos estaciones antes de poder volver a verlo. Sabíamos de el lo poco que este, cuando se lo permitían, nos hacía llegar a partir de misivas, que por el momento eran escasas, y dirigidas, solamente, a los mayores.

Fue una mañana, sin apenas esperarlo, cuando llegó a mi poder un sobre, lacrado con el símbolo de un león, en el que ponía mi nombre. No pude contener mis ansias por asimilar su contenido, así que con cuidado despegué la rugosa solapa que lo envolvía, fascinándome el hecho de entender que se trataba de un texto, caligrafiado a partir de una pluma con la tinta escarlata, escrito por nuestro familiar. 
 


Las líneas que reposaban sobre aquella misiva parecían contener, por su hondo y denso significado, la vida propia de un paraje marino. No tardé en darme cuenta, tal vez por mi natural inteligencia, de que cada palabra, cada frase, no provenía de otro sitio sino de las propias y debilitadas entrañas de su enjaulado autor. Se me detallaban, con la adecuación propia para mi edad de entonces, los motivos por los que se había dado su partida a tal hórrido lugar. Hubieron, en ese instante, expresiones del mensaje que quedaron selladas en mi corazón al rojo vivo, lacradas en mis principios.. como la rémora al solitario huesped  que sirve hasta su muerte. A partir de aquel día, y para siempre, el infante que era comprendió ,no sin antes darle mil vueltas, la compleja e incauta diferencia.. entre la necesidad y el vicio.

Hubo expresiones de aquel texto que grabé a fuego en mi mente, tal véz en mi corazón.. Pero el caso es que, dado el carácter tan íntimo de la misiva, me decanté por guardar el sobre entre las páginas de un libro, para que nadie pudiese leerlo jamás, respetando así lo que debía de haber quedado entre dos corazones, y que por desgracia dos fantasmas sin rostro tuvieron, en una noche de lluvia, el valor de profanar con el Don de la inseguridad, la codicia, y la curiosidad mas problemática.
El paso de dos estaciones, como ya he comentado antes, trajo consigo de nuevo a nuestro amado familiar. Que nos devolvió a todos la sonrisa y la energía que nos habían robado los vampiros de la montaña junto a las enormes sanguijuelas del lago. Las cosas se pusieron en su sitio, todo mejoró con el tiempo, que dejó en todos una huella imborrable, solamente visible para aquellos que han conocido la perseverancia, la lucha, el valor.. para aquellos que han bebido el veneno del Ángel Gabriel, y posteriormente se han recuperado con su elixir.
Os confesaré que aún hoy en día, en ciertas ocasiones, me apetece recordar lo vivido, para reflexionar y tomar perspectiva con la evolución de mi madurez. Y fue en uno de esos momentos cuando, al abrir de nuevo el libro en el que había escondido la carta, percibí su misteriosa e irracional desaparición. Revisé bajo los efectos de mi propia rabia todos los libros, todos los cofres de mi dependencia, pero a duras penas.. aquella carta escrita en rubí parecía no haber existido jamás. Sin duda alguna el hecho de haber perdido algo tan valioso me entristeció durante varios días, llevándome al llanto en repetidas ocasiones...
Aún en la actualidad, cuando la lluvia golpea mi ventana, recuerdo aquel sobre.. aquel templo rodeado de árboles, las criaturas que nos observaban cariñosamente desde lo mas profundo del bosque. Aquella época de fantasmas y de monstruos bajo la cama jamás será olvidada, ni por mi ni por los que me rodean. Pero si algo es cierto, es que en la actualidad la suerte me sonríe, las entidades sempiternas me han pagado con monedas de cambio.
Os revelo que hace tiempo se me ofreció la posibilidad de llevar a cabo las mismas acciones que llevaron al Familiar, junto al Golem de piedra y la Sombra,a pasar esos momentos en Alk´Dhar .. Sin pensármelo dos veces rechacé la oferta. No tenía necesidad de involucrarme en tales menesteres, a diferencia de las desatendidas personas que quisieron contar conmigo para acompañarlas por aquel peligroso y empedrado camino de dificultades que tiene ida.. pero que no tiene vuelta.
Como ya os he confesado, en mi corazón quedó grabada la diferencia entre obrar por necesidad y entre obrar por vicio. La suerte me comienza a sonreir, las hojas de los árboles vuelven a florecer, los guardianes del bosque han vuelto a su hogar. Y es ahora, después de mucho tiempo, cuando consigo comprender que nunca olvidé la esencia de aquellas líneas. Cuando entiendo que la carta perdida jamás se fue de mi lado.




Alejandro Revuelta- La carta Perdida.