Por
aquel entonces yo era un muchacho feliz, mis problemas no iban mas
allá de los que un chaval de 12 años debiese tener. Aquella mañana
yo estaba nervioso, estaba dejando atrás el colegio para abrirme
camino por las desconocidas sendas de la secundaria, cosa que en
aquel entonces, confieso, me daba bastante miedo.
Pasamos
tres horas conociendo a nuestros primeros maestros y nuestras
primeras aulas, todo parecía normal. Los alumnos nos relajamos en el
recreo. La emoción de las primeras horas en el edificio que nos
haría pasar de niños a adultos estaba apagándose poco a poco, o
mas bien escondiéndose. Yo esperaba encontrar algo desconocido para
mi, pero a decir verdad, si todo iba como en las primeras horas,
jamás encontraría semejante cosa.
Aún
recuerdo el sonido de la sirena de aquella cálida mañana, que nos
anunciaba el fin del recreo y el inicio de tres horas mas de clase,
el inicio de tres nuevas aventuras.
Habíamos
ya tenido clase de religión, matemáticas, música, inglés y
educación física. Todo normal, fuera del cambio experimentado al
pasar a un nivel superior en nuestra educación. Solo nos quedaba una
hora mas, mis esperanzas de ver algo completamente nuevo en el
instituto habían caído al abismo tras observar la repulsiva
normalidad de la que habían estado cargadas las clases anteriores.
Fue en la última hora de aquel bello día cuando todo cambió y
cuando mis ilusiones sobre la existencia de alguien diferente
volvieron a florecer.
Todos
los alumnos entramos cautelosa y tímidamente a la clase de lengua.
De seguido nos sentamos, y en silencio esperamos la llegada del
profesor.
Las
puertas se abrieron, dejando entrar a un individuo de apariencia
simple y rostro mas bien pálido y afilado cuya mirada me denotaba
una enorme simplicidad externa que cobijaba en su interior una gran
complejidad.
El
personaje nos miró en silencio durante unos minutos sin decir nada,
absolutamente nada. Su peculiar comportamiento me anunciaba que algo
estaba a punto de ocurrir, ¡Que ingenuo fui al pensar que toda la
clase pensaba como yo!.
Enigmático-
dijo el ilustre maestro rompiendo el incómodo silencio que había
causado en los primeros minutos de clase.
Todos
nos miramos en aquel momento intentando adivinar la reacción que
nuestro profesor de lengua esperaba de nosotros y esperando que
continuase con su enigmática presentación. Pero nada mas dijo
entonces, el individuo simplemente se basó en observarnos, quizás
simplemente analizaba nuestros comportamientos ante su peculiar
introducción. De ser así jamás lo sabré.
Enigmática
la palabra enigmático- Dijo el profesor levantándose de su silla.
Algo
en mi interior me inspiraba admiración hacia lo que estaba
presenciando, no se que cualidades de aquel hombre me marcarían
tanto aquel día, pero he de confesar que estaba muy confuso. Solo
una cualidad nos quedó clara aquella mañana; Enigmático, nada
mas.
Poco
mas dijo aquella mañana el misterioso individuo, es mas, dudo que
nos dijese ni si quiera su nombre. Mas una palabra en nuestra mente
quedó grabada; Enigmático.
Ni
la matanza de la colina de la hamburguesa, ni la muerte que nos
rogaba el silencio podía ser comparada con la verdadera identidad
de aquel misterioso ser que pasó por nuestras vidas aquel año. Los
mas grandes pensadores y los mas grandes filósofos siempre fueron
difíciles de entender por los vulgares que pueblan nuestro mundo
¡que pena!. Aquel año, debido a la reacción de la mayoría de las
personas en las clases de este siniestro personaje, me di cuenta de
que quizás la sociedad no está preparada para determinadas personas,
a fin de cuentas siempre se ha dicho que el caviar no está hecho
para los cerdos.
Tardaré
años en entender que fue realmente lo que vi reflejado de mi en
aquel gran profesor. No le homenajeo con grandilocuencia (no la
tengo), quizás yo jamás sea una persona que esté a la altura ni de
homenajearle, pero hacerlo es una necesidad moral cuyo cumplimiento me ha sido
negado por el destino hasta prácticamente hoy.
Tardaré
años en entender que fue realmente lo que vi reflejado de mi en
aquella enigmática persona. Tardaré años en entender lo que
pretendía regalando a la vulgar sociedad una delicia tan valiosa como era su persona, y sobre todo jamás entenderé como, para el que
la mayoría era un loco, a mi me resultaba un genio.
Alejandro Revuelta.