domingo, 1 de diciembre de 2013

El Profesor.

Por aquel entonces yo era un muchacho feliz, mis problemas no iban mas allá de los que un chaval de 12 años debiese tener. Aquella mañana yo estaba nervioso, estaba dejando atrás el colegio para abrirme camino por las desconocidas sendas de la secundaria, cosa que en aquel entonces, confieso, me daba bastante miedo.

Pasamos tres horas conociendo a nuestros primeros maestros y nuestras primeras aulas, todo parecía normal. Los alumnos nos relajamos en el recreo. La emoción de las primeras horas en el edificio que nos haría pasar de niños a adultos estaba apagándose poco a poco, o mas bien escondiéndose. Yo esperaba encontrar algo desconocido para mi, pero a decir verdad, si todo iba como en las primeras horas, jamás encontraría semejante cosa.
Aún recuerdo el sonido de la sirena de aquella cálida mañana, que nos anunciaba el fin del recreo y el inicio de tres horas mas de clase, el inicio de tres nuevas aventuras.

Habíamos ya tenido clase de religión, matemáticas, música, inglés y educación física. Todo normal, fuera del cambio experimentado al pasar a un nivel superior en nuestra educación. Solo nos quedaba una hora mas, mis esperanzas de ver algo completamente nuevo en el instituto habían caído al abismo tras observar la repulsiva normalidad de la que habían estado cargadas las clases anteriores. Fue en la última hora de aquel bello día cuando todo cambió y cuando mis ilusiones sobre la existencia de alguien diferente volvieron a florecer.

Todos los alumnos entramos cautelosa y tímidamente a la clase de lengua. De seguido nos sentamos, y en silencio esperamos la llegada del profesor.
Las puertas se abrieron, dejando entrar a un individuo de apariencia simple y rostro mas bien pálido y afilado cuya mirada me denotaba una enorme simplicidad externa que cobijaba en su interior una gran complejidad.
El personaje nos miró en silencio durante unos minutos sin decir nada, absolutamente nada. Su peculiar comportamiento me anunciaba que algo estaba a punto de ocurrir, ¡Que ingenuo fui al pensar que toda la clase pensaba como yo!.

Enigmático- dijo el ilustre maestro rompiendo el incómodo silencio que había causado en los primeros minutos de clase.

Todos nos miramos en aquel momento intentando adivinar la reacción que nuestro profesor de lengua esperaba de nosotros y esperando que continuase con su enigmática presentación. Pero nada mas dijo entonces, el individuo simplemente se basó en observarnos, quizás simplemente analizaba nuestros comportamientos ante su peculiar introducción. De ser así jamás lo sabré.

Enigmática la palabra enigmático- Dijo el profesor levantándose de su silla.

Algo en mi interior me inspiraba admiración hacia lo que estaba presenciando, no se que cualidades de aquel hombre me marcarían tanto aquel día, pero he de confesar que estaba muy confuso. Solo una cualidad nos quedó clara aquella mañana; Enigmático, nada mas.

Poco mas dijo aquella mañana el misterioso individuo, es mas, dudo que nos dijese ni si quiera su nombre. Mas una palabra en nuestra mente quedó grabada; Enigmático.

Ni la matanza de la colina de la hamburguesa, ni la muerte que nos rogaba el silencio podía ser comparada con la verdadera identidad de aquel misterioso ser que pasó por nuestras vidas aquel año. Los mas grandes pensadores y los mas grandes filósofos siempre fueron difíciles de entender por los vulgares que pueblan nuestro mundo ¡que pena!. Aquel año, debido a la reacción de la mayoría de las personas en las clases de este siniestro personaje, me di cuenta de que quizás la sociedad no está preparada para determinadas personas, a fin de cuentas siempre se ha dicho que el caviar no está hecho para los cerdos.

Tardaré años en entender que fue realmente lo que vi reflejado de mi en aquel gran profesor. No le homenajeo con grandilocuencia (no la tengo), quizás yo jamás sea una persona que esté a la altura ni de homenajearle, pero hacerlo es una necesidad moral  cuyo cumplimiento me ha sido negado por el destino hasta prácticamente hoy.
Tardaré años en entender que fue realmente lo que vi reflejado de mi en aquella enigmática persona. Tardaré años en entender lo que pretendía regalando a la vulgar sociedad  una delicia tan valiosa como era su persona, y sobre todo jamás entenderé como, para el que la mayoría era un loco, a mi me resultaba un genio.

Alejandro Revuelta.